LA MIRADA QUE SOSTIENE TUS OJOS
Siempre me impactó una frase que he escuchado a lo largo de mi vida porque encierra un mensaje misteriosamente humano: “ojos que no ven, corazón que no siente”. El hombre de esta manera le atribuye una importancia irreemplazable al sentido de la vista. Se ubica en calidad de espectador y todo lo visual le compete, conmueve y al mismo tiempo le ata a lo real.
“Ver para creer”, es un refrán popular que refleja lo opuesto a imaginar, ya que pareciera que solo se avala lo que se puede verificar directamente por el sentido de la vista. Indudablemente nuestro mundo cotidiano es visual y de una u otra manera, nos estamos refiriendo a lo visible y palpable. El hombre necesita cerciorarse, verificar, comprobar, hacerse una idea dimensionable del objeto.
El hombre comparte sus sueños con la imaginación, pero los ojos le trazan la percepción de lo tangible. Un gran escenario permanecerá ante nosotros de por vida y los ojos, la mirada, irán seleccionando de acuerdo a nuestros gustos, intereses, emociones, deseos y deteniéndose en aquellas imágenes, cuerpos, lugares, momentos, detalles, que más conmueven nuestros sentidos.
La Gioconda, pienso, nos viene observando con su enigmática e inquietante mirada desde el Renacimiento, cuando Leonardo Da Vinci heredó a la humanidad el genio irrepetible de los ojos y la sonrisa eterna de La Mona Lisa.
Desde las cavernas, tiempos ancestrales, el hombre dibujó su entorno, pintó la fauna, registró sus armas, la imagen de su amada y la idea que tenía de sí mismo, como una manera inequívoca, de representar el mundo. En los siglos venideros repetimos ese gesto visual de nuestros antepasados, en lienzos y murales, es el reflejo de los ojos.
La fotografía y el cine, nacieron para ampliar nuestros ojos, recrear la imaginación de lo visto, convertir a la imagen en lenguaje visual, cuyos contenidos, abarcan e incluyen distintos lenguajes: música, literatura, sonidos, color. La suma de todas las imágenes de la infancia y las que vamos acumulando en la vida, forman la memoria como un calidoscopio que se abre a la discreción de los recuerdos.
La fotografía es permanencia, va más allá de la mirada humana, porque se convierte en el tiempo, se hace imborrable, es un papel que suma y descubre los recuerdos. La mirada, en cambio es fugaz, no se repite. Mirar como en el fondo del pozo de sí mismo, es un gesto natural y reconocible. El ojo se detiene cada día para ver los restos de una taza de café o fijarse en la luna que desciende cada noche detrás de los techos de las casas, sobre los edificios frente al mar. Cada gesto humano, tiene la particularidad de ser visto, observado y analizado.
Es un buen punto el que señala el escritor italiano Antonio Tabucchi, que “estamos constituidos por un 80 por ciento de agua y un 20 por ciento de memoria” Lo que fijan los ojos se vuelve memoria y el hombre transforma su tiempo en historia, el espejo más antiguo de la humanidad. Y los ojos también son lágrimas de un corazón sensible o contento, agradecido del tiempo que le ha tocado vivir. ¿Qué hay detrás de las lágrimas? ¿La pasión desbordada de un sentimiento?
La mirada forma parte del paisaje y mundo interior de las personas. Los ojos pueden sostener una montaña o un cuerpo femenino en toda su belleza y esplendor. La mirada retiene la gracia y el horror. Los ojos reflejan más que la fachada de las personas, son un termómetro perfecto no sólo de lo que exterioriza un individuo, sino que recorren un universo y territorio que se refleja en el órgano más visual del ser humano.
Recuerdo, cuando realizaba un proyecto en el Emirato de Qatar, un mundo desconocido para los occidentales, país con una historia milenaria de cuento de Las. “Mil y una Noche”, como los ojos y las miradas se transformaban en la única comunicación detrás de las burkas que cubren el rostro de las mujeres. Los ojos son el puente con el mundo exterior, verdaderas ventanas que captan todo cuanto ocurre alrededor la persona y de sí misma, como su relación con los demás. Es la fuerza también de la mirada, como una señal que deja suspendido a dos, porque los ojos expresan y traducen todos nuestros humores: alegría, tristeza, preocupación, asombro, enojo, espera, pasión, confianza. Una mirada se traduce en uno de los más universales enigmas: el amor a primera vista.
La mirada es un tema universal que ha apasionado a los grandes clásicos de la literatura, como Shakespeare, quien dijo: “Las palabras están llenas de falsedad o de arte; la mirada es el lenguaje del corazón”. Un proverbio árabe define también con sabiduría: “Quien no comprende una mirada tampoco comprenderá una larga explicación”
El poeta romántico español, Gustavo Adolfo Bécquer nos hace pensar aún en nuestros días del poder y lenguaje de los ojos: “El alma que hablar puede con los ojos, también puede besar con la mirada”. Los anónimos siempre van al fondo de los temas y de los tiempos, no pasan de moda: “Hay miradas que besan todos los rincones del alma”.
La música que es el lenguaje universal de los sentimientos y que a todos nos llega, refleja lo intangible del alma como por ejemplo, “Can’t Take My Eyes Off You” (No puedo dejar de mirarte). “Perdona la forma en que te miro. Pero no hay nada que se le compare, mirarte me debilita. No puedo dejar de mirarte”. Las letras de las canciones viajan por el mundo y se tararean en los lugares que menos nos imaginamos y tienen la virtud de comunicar los sentimientos que el hombre lleva bajo la piel.
En un reciente viaje a Barcelona me cautivó una película argentina, que semanas después conquistaría el Oscar: “El Secreto de sus ojos” Un filme de Juan José Campanella, que a uno le mantiene en la butaca de comienzo a fin, con esa habilidad del director que ha trazado un libreto donde todo encaja y nos lleva a un desenlace impensado. La mirada, su poder, lo que dice, expresa, comunica y contiene, es el elemento que nos llevará a descubrir el autor de un crimen. Es un mensaje sutil que va tomando fuerza y forma, abriéndose paso por la historia, para que finalmente comprendamos que los ojos, la mirada nos habla de un lenguaje inequívoco, único, deslumbrante. Se nos revela un secreto a través como miramos.
Pareciera que siempre hay un punto de partida, hacia algún lugar o una persona escogida, la señalada por los ojos, como si un sexto sentido y una química especial las uniera. Es una señal sutil que solo los ojos saben interpretar. Es lo más parecido a un flash y la mirada suele ser más veloz que el gatillar de cualquier sentimiento. Un anónimo vuelve a señalarnos el camino: “Tan sólo una mirada entre dos, nos hace ver que es lo que somos…ten claro que escribo con sinceridad.”