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La cultura del NO y el futuro de Panamá

julio 21, 2011

Arquitecto Ignacio Mallol

¿Hacer  o no hacer?, esa es la pregunta. Algunos piensan que la respuesta está implícita en la interrogante y otros simplemente dicen NO. El rechazo  es una acción que  indica fortaleza, decisión, pero cuando se repite de manera sistemàtica, da la impresión de un semáforo encendido en rojo permanentemente.
Los panameños tenemos experiencia en esta situación: eso significa tranque. Todo acto negativo per se, muestra no solo intolerancia, sino levanta una muralla para cualquier tipo de relación o construcción. ¿Quién puede imaginar a un líder  o gobernante, a una persona común y corriente, que al iniciar un día de trabajo elabore una agenda cargada de negatividad y espere buenos resultados al culminar la jornada?  Ni hablar de un agricultor, porque no vería jamás crecer  un fruto. Eso ocurre con cualquier profesional que  tenga iniciativa, sea pro-activo, cuente con una idea y tenga planes para desarrollarla. Pensar en positivo es un acto de reafirmaciòn en la fe del ser humano, el desarrollo y conservación de la especie. La obra no puede surgir de la nada, sino de una propuesta concreta, que se piensa, planifica, desarrolla y crea. Es una decisión que debe superar la intenciòn y pasar de lo retòrico a la acciòn real, aquella que transforma, ejecuta, hace posible algo nuevo e inexistente.
Ante la avalancha de NO, que propician aquellos que niegan la posibilidad a que otros hagan, construyan, aporten, demuestren sus capacidades y talentos, es un deber salvaguardar a los emprendedores, creativos, a aquellos que creen en un mejor país y se resisten a la mediocridad expresada por este adverbio de negación que no tiene nada de inocente. Más bien paraliza, es fuente de esterilidad, distracción del verdadero camino que debe tomar una Nación en pleno progreso. La cultura del No, asfixia cualquier iniciativa y le pone un candado a la libertad y a cualquier avance hacia la prosperidad.
Ocurre lo mismo cuando un hombre sòlo mira hacia el pasado e ignora el horizonte. Recordar es tener memoria, una necesidad de cada individuo que tiene su historia, pero no debemos vivir del pasado como si el presente no fuera lo  màs importante que tenemos ante  nosotros para organizar la vida de una manera creativa.
Criticar es un arte,  el que lo hace es porque ha predicado con su ejemplo haciendo obra, demostrando coraje con hechos tangibles y ha expuesto màs que palabras. El crìtico se valora màs asimismo cuando tiene què enseñar, ha revelado con su obra cual es  su manera de enfrentar  un reto y por què considera que su opinión es vàlida. Criticar se ha transformado para algunos en un pasatiempo, deporte, en un tiro al blanco. Es lo que algunos llaman la crìtica del boomerang, retorna siempre al mismo lugar, habiendo dejado una huella en el aire. Promover las ideas es un paso con sentido y futuro, usar las ideas  para detener una obra, es subirse a la carreta y detener la historia.
Un principio, es respetar nuestros valores, nuestra historia y al mismo tiempo proyectar la època que estamos viviendo, que se transformarà inevitablemente en pasado, tan pronto sigamos creyendo  y pensando en el futuro. Nada es tan nuevo como lo que realmente permanece en el tiempo. Hagamos bien las cosas hoy con miras de futuro.

El hombre ha aceptado e impuesto retos desde la existencia misma del planeta. La vida humana es una historia de desafíos, conquista, acción, dominio y respeto sobre la   naturaleza, desde tiempos remotos. No hay un paso que  no de el hombre sin afán de conocimiento, búsqueda para ampliar su bienestar en la tierra. Es absolutamente humano avanzar y cumplir metas, trazarse objetivos,  imaginar y construir el futuro. El hombre no es, nunca ha sido el paisaje, lo modifica y conserva.
La arquitectura ocupa un lugar privilegiado en esta filosofía de hacer en un presente continuo y  diseñar un mejor futuro para  todos los que vivimos en las ciudades, una mayoría creciente de la humanidad. Las ciudades no se detendrán mientras el hombre tenga la capacidad de transformación que está implícita en su  filosofía y forma de ser, relacionarse con los demás y su  hábitat.
Como todo grupo humano organizado, existen sociedades más avanzadas, progresistas, dinámicas, cuyos proyectos, investigaciones, trabajo, visión, avances, le han proporcionado una mejor calidad de vida, y permitido al conjunto de la humanidad  avanzar y lograr metas insospechadas, jamás antes soñadas. El hombre no se detiene ni siquiera ante la conquista del espacio, que puede ser su propia sobrevivencia. Los ejemplos abundan, los resultados son conocidos, la historia hace un recuento a veces simple, de éxitos y fracasos.
La cultura del hombre es en sí transformadora, no sucede un segundo sin que no haya un nuevo plan en la tierra, un proyecto no esté caminando, y se  cumpla el viejo adagio, si la montaña no viene a nosotros, debemos ir a la montaña. Pienso en los constructores de la Muralla china, quienes lanzaban al mar sus frágiles embarcaciones sin conocer su destino, el primer hombre en el espacio, el científico que busca por  décadas una vacuna  o cuando el hombre abrió la tierra en el Istmo de Panamá para comunicar el mundo de una manera más expedita y segura. Somos herederos de esa cultura de servicios, pionera, que ha desarrollado una plataforma internacional en su principal recurso: la posición geográfica estratégica. Es una cultura de lo ya realizado, y que responde ya a una historia centenaria avalada por el éxito.
Necesitamos desarrollar y potenciar más una cultura de trabajo e iniciativas  que permitan un desarrollo sostenible en el tiempo. La  cultura es una actitud, una manera de enfrentar un proyecto- país, el futuro, de hacer, crear, relacionarse en una sociedad.
Quedarse con los brazos cruzados en medio de la vida, es como detener  una bicicleta o  desocupar el tanque de gasolina de un avión en pleno vuelo. Asimismo no puede detenerse un país, ni una ciudad o un buen proyecto quedar convertido en una idea irrealizable. Somos producto de nuestros propios actos.
Los pioneros nos enseñaron, que detenernos  a contemplar la historia sin seguir el curso de los acontecimientos e intervenir sobre ellos, es aceptar tácitamente una derrota de antemano, atarnos definitivamente al fracaso. Esta es una palabra que no figura en mi diccionario. La vida  nos maravilla, desafìa y prepara  para enfrentarla con creatividad e imaginación.

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